enero 06, 2011

Álafoss

Es más que sabido que Jònsi me ha hecho llorar muchas veces en mi existencia, pero lo sucedido esta tarde no tiene explicación.

Ahí estaba yo, Anita, esperando el colectivo para retornar a casa luego de una pedorra jornada en el consultorio cuando de mis auriculares empieza a emanar un sonido extraño (y muy familiar para mis entrenados oídos).

El sentimiento de congoja, ahogamiento, tristeza, alegría, pérdida y todo lo que te puedas imaginar concentrados solo en una canción de Sigur Ròs fue simplemente aplastante y me pegaron de lleno en la cara con una rapidez inverosímil.

La gente pasaba, el viento soplaba, los bondis se me iban a la mierda y yo petrificada en mi lugar con lágrimas en los ojos. Desconcertada. Inmovilizada. Sorprendida.

Hace unos días alguien me hizo entender que me tengo que soltar, que tengo que permitirme dejar sentir las cosas con más intensidad y hacerlo evidente y pienso que hoy empecé con ese lento y tortuoso proceso.






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Pericos